Yo quisiera pintar

En un día con un balance feliz, como el de hoy, si mis manos y brazos supieran pintar lo que siente mi corazón, y el lugar en el que quiere estar, creo que pintaría algo así:

El dibujo no es mío, es un cuadro titulado "Garden", del pintor catalán Joan Miró.

Mujeres marinas

La libertad de un día, sin tener que ir a trabajar a la oficina, me permite ver el otoño en los árboles, encender sueños: haré pendientes con cuentas de madera, collares...
Mi amiga marina del alma me abraza. Nos reímos por nada. Nos basta una tela que doblamos juntas para bailar o saltar como niñas. Por eso busco una foto de dos mujeres marinas y llego hasta Sorolla, y hasta sus Niñas en el mar, que las tomo prestadas de un bello blog: El Blues de lo que pasa en mi cabeza.
Y mi corazón se abre un poco más. Deja entrar a otros o más bien a otras: mujeres que hablan de sus guisos, de sus pasteles, del amor que ponen en cada alimento, de la alegría de ver cómo sus hijos disfrutan con la comida. Mujeres que quieren compartir momentos de charla, recetas, sonrisas. Mujeres que arriman el hombro para trabajar juntas: una recorta, otra archiva, otra se ofrece voluntaria para hacer unas compras... Y los hijos revolotean alrededor: chillan, tratan de llamar la atención, buscan cualquier cosa para jugar.
Qué día más hermoso.
Este es el enlace al blog que he mencionado antes: http://elbluesdeloquepasaenmicabeza.blogspot.com/

Mofletes y Gritón en el espejo

[Para Ainhoa]
Mofletes estuvo poco tiempo en casa. Pero fue suficiente para que Cloe lo quisiera y lo celebrara cada día. Le faltaba tiempo para ir a sentarse junto a su jaula, meter la mano despacio y acariciarle.
Cuando cayó enfermo, Cloe empezó a llorar y no paró hasta casi dos días después.
Con Gritón el tiempo también pasó rápido. Al principio Cloe tenía miedo de cogerle cariño y no quería ponerle nombre.
- ¿Y si se marcha pronto, como Mofletes?
Pero el hámster no hacía más que chillar y sacar los dientes ante cualquier intento de acercamiento.
- ¿Cómo le podemos llamar, mamá?
- ¿Grititos?
- No, que no grita poco sino mucho. Mejor, Gritón.
Y con Gritón se quedó. El caso es que el nombre pareció sentarle bien porque dejó de mostrarse tan arisco.
- Dale tiempo, Cloe, necesita acostumbrarse a nosotros - le decía su padre.
Cloe volvió a llorar desconsolada cuando vió que Gritón ýa no salía de su casita. Se sentía triste, muy triste. No quería ni asomarse al espejo de su habitación. Pero el espejo no dejaba de mirarla. Hasta la lanzaba destellos luminosos para invitarla a asomarse. No servía de nada porque la angustia que Cloe sentía por dentro lo oscurecía todo.
Fue un domingo por la noche cuando volvió a ponerse frente al espejo. Al pasar frente a él le pareció ver a Mofletes y a Gritón. ¿Era posible? ¿Estaban allí realmente sus amigos? Sí, sí que estaban y, además, contentos.
Cloe quiso entrar a través del cristal para volver a tocar a los dos hámster. No pudo, pero sintió en la mano el calor y la suavidad de sus cuerpos.
Al volver a mirarlos, en el espejo, se dio cuenta de que intentaban decirle algo. No emitieron ningún sonido, pero ella escuchó dentro de su corazón unas palabras:
- Cloe, no sufras. Ahora vivimos libres, fuera de cualquier jaula. Gracias por cuidarnos. Si alguna vez quieres volver a estar con nosotros, búscanos de nuevo en tu corazón.
- Pero os necesió aquí, conmigo.
- Sólo podemos estar en tus recuerdos, en tus pensamientos, acompañándote.
Y entonces Cloe se vió en el espejo. Su cuerpo ya no estaba separado de Mofletes y de Gritón. Los tres eran parte de una gran bola de luz, llena de cariño y amor.

Cada una vez


[Para Carmen y Candela]
"Cada una vez" corremos riendo sobre la hierba mojada.
"Cada una vez" un aspersor nos regala un arcoiris.
"Cada una vez" nos acercamos a una flor, la miramos y no sabemos nombrarla.
"Cada una vez" nos damos la mano para caminar juntas.
"Cada una vez", y muchas más, nos abrazamos con un balanceo marino.
"Cada una vez" nos inventamos historias, así, por nada.
"Cada una vez" te dijo Candela por un dulce, con un "gracias por ser tan generosa cada una vez"

Quiero ser negra

Quiero ser negra para caminar erguida y mirar de frente.
Quiero ser negra para pisar con fuerza sin miedo a que me oigan.
Quiero ser negra para moverme con orgullo por la acera blanca.
Quiero ser negra como esas dos mujeres grandes, colosales,
que paseaban, delante de mí, por una calle de Madrid.

Amasar la harina juntos


Amasar la harina juntos.
Apagar la tele
para poner una música que nos invite a bailar,
a mover nuestros cuerpos,
a deslizarnos sinuosamente.

Reirnos por nada
mientras mezclamos ingredientes
en una sopa de colores.

Sentarnos a ver una puesta de sol,
sin palabras,
dejando que la luz nos inunde.

Probar distintos masajes:
el de las cosquillas
cuando estamos muy serios;
el de las manos calientes
cuando el miedo o la tristeza nos enfríen el corazón;
el de "si te toco aquí,
¿qué sientes?".

Abrir una botella
y echarte vino en una copa
para ver cómo el color púrpura moja tus labios.
Tus labios,
los que se abren para besarme.

Acercarte un trozo de comida a la boca,
como una ofrenda.

Alejar la maraña de pensamientos y sentimientos agitados
para mirarte,
como si fuera la primera vez.

Cerrar los ojos
para escuchar tu voz suave mientras me lees algo que me conmueve,
que despierta mis sentidos.

Borrar las pantallas (tele, ordenador)
de los momentos en los que estamos solos, tú y yo,
y esperar a que las hadas nos inspiren algo diferente para cada día.

Buscar tu mirada en esos instantes
en los que sobran las palabras.

Sonreír
cuando sacas fuerzas de flaquezas
para comenzar otro día.

Escribirte en la espalda
una palabra, dos, tres...,
o tal vez en la palma de la mano
o en los dedos
o en la planta del pie.
Palabras secretas
cuyo significado
sólo tú y yo conocemos.

Empezar una lista
de palabras inventadas.

Escoger lugares secretos
donde dejarnos mensajes.

Escribirte cartas,
como mapas,
para que encuentres caminos
que te ayuden a llegar a mí.
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