En Tchipounga, una noche, la luna empezó siendo grande. Pero poco a poco se hizo más y más grande.
Todos la miraban. Al principio, con asombro; luego, con dudas.
Al final vino el miedo, porque le luna se estaba haciendo enorme, G-I-G-A-N-T-E.
- ¡Se está acercando! ¡Va a chocar contra la Tierra!- empezaron a gritar.
Y todos los chimpancés huyeron muertos de miedo, gritando y avisando al resto de criaturas de la selva para que se pusieran a salvo.
La luna no dejaba de crecer. Hasta tal punto que llegó a rozar las ramas de los árboles más altos. Fue un instante. Se hizo el silencio.
La luna siguió acercándose a la Tierra. Tocó las flores y empezaron a reírse, con esa risa tan contagiosa que tienen todas las flores. La luna les hacía cosquillas.
Los chimpancés, al oírlas, empezaron a salir de sus escondites. Sentían mucha curiosidad por saber qué estaba ocurriendo. Treparon por los árboles, hasta las ramas más altas, y alargaron sus manos para tocar la luna. Era cálida y suave, como mamá la Vielle.
La Vielle era la chimpancé más anciana del grupo, la que había cuidado de todos cuando llegaron a Tchimpounga.
Cerraron un poquito los ojos y sintieron entonces, por dentro, un abrazo largo y lleno de ternura, el abrazo de la luna. Un abrazo que era tan grande como el abrazo de mamá Jane o el de mamá Rebeca, las otras dos mamás humanas de los bebés de Tchimpounga.
FIN
------
Este cuento es una adaptación de otro que habéis leído muchos de vosotros "Cuando la luna se hizo grande". Es un regalo para los amigos de la Fundación Jane Goodall que tienen un centro de acogida de chimpancés en Tchimpounga, Congo. La mayoría de las fotos son de la web de esa Fundación.
Si os gustan los chimpancés y queréis protegerles de quienes tratan de hacerles daño en África, no dejéis de entrar en la web de la Fundación Jane Goodall. Están haciendo un trabajo maravilloso y además sienten un cariño especial hacia los niños y jóvenes. En un rincón de su página podéis ver cómo otros niños de todo el mundo están ayudando para construir un futuro mejor.
La Vielle era la chimpancé más anciana del grupo, la que había cuidado de todos cuando llegaron a Tchimpounga.
Cerraron un poquito los ojos y sintieron entonces, por dentro, un abrazo largo y lleno de ternura, el abrazo de la luna. Un abrazo que era tan grande como el abrazo de mamá Jane o el de mamá Rebeca, las otras dos mamás humanas de los bebés de Tchimpounga.
FIN
------
Este cuento es una adaptación de otro que habéis leído muchos de vosotros "Cuando la luna se hizo grande". Es un regalo para los amigos de la Fundación Jane Goodall que tienen un centro de acogida de chimpancés en Tchimpounga, Congo. La mayoría de las fotos son de la web de esa Fundación.
Si os gustan los chimpancés y queréis protegerles de quienes tratan de hacerles daño en África, no dejéis de entrar en la web de la Fundación Jane Goodall. Están haciendo un trabajo maravilloso y además sienten un cariño especial hacia los niños y jóvenes. En un rincón de su página podéis ver cómo otros niños de todo el mundo están ayudando para construir un futuro mejor.
La Vielle |
mamá Jane Goodall |
mamá Rebeca Atencia |